De letras

Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca. 
Jorge Luis Borges.



Aprender a leer es lo más importante que me ha pasado. No recuerdo el momento exacto; ni siquiera cuál fue el primer libro que cayó entre mis manos; el caso es que me recuerdo siempre rodeada de libros, periódicos, diccionarios o revistas. 

Recuerdo las tardes rebuscando libros en la biblioteca. El silencio envolvente, rasgado tan solo por el crujido de las hojas y algún carraspeo. El ritual a la hora de hojear un libro: fijarme en un título; palpar las cubiertas; leer la contraportada y la dedicatoria; adelantarme a las primeras frases y luego volar hasta la página 13; y terminar al azar, en cualquier hoja. La emoción de llegar con el botín a casa, encaramarme en el sofá, revisar los elegidos, decidir por cuál empezar y entregarme a la lectura (entonces podía).

Cuando una tiene la suerte de nacer en una familia lectora, leer se convierte en algo tan obvio como respirar. Leer en la cama, en el sofá, en la cocina y en la escalera. Leer de pie. Leer también, como no, en el baño. 

Hay libros para todos, hay lecturas para cualquiera. Libros para entretener, para divertir, para recrearse. Libros para emocionar y para recordar. Libros para ser pensados, mis favoritos. Hay libros que duelen y libros que salvan. Hay libros para instruir, para adoctrinar,  éstos son los más peligrosos. También hay libros para olvidar o para ser olvidados. 

Ha habido libros que me han tocado. Que me han acompañado incluso tras cerrar sus páginas. Historias que me han dejado resaca y personajes por los que todavía me pregunto. Siempre que esto me ocurre tengo que esperar unos días antes de arrojarme al siguiente libro. Porque, también, hay libros que atrapan, que te muerden, un poquito, el corazón. Que dejan surco.

Estar a solas, con un buen libro. Quedarte enfrascada en un párrafo cualquiera. Releer un texto sólo por el placer de gozar con las palabras. Saborear una frase, paladear una historia, masticar un argumento y digerir un final. Leer y comer, placeres que se dan la mano.

27 letras, un puñado de signos de puntuación, una buena pluma  y ... ZAS, la magia. 



Foto de ANA GUISADO

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