... Si sueñas y los sueños no te hacen su esclavo...
Rudyard Kipling
Foto de Ana Guisado |
Cuando era pequeña no me encantaba mi cumple. No podía repartir caramelos en clase ni celebrarlo con mis compañeros del cole: todos andaban de vacaciones. Iba a comer con mi familia, en vez de a cenar, como en los otros cumples. Pero todo el mundo estaba harto. Y yo sentía que entre tanta fiesta navideña mi cumpleaños pasaba desapercibido, que no lo vivía, que no lo sentía.
Con el tiempo llegué a disfrutarlo. Recicle la comida en un súper desayuno (eso siempre apetece), donde abundan el zumo de naranja, el mango, los croissants a la plancha y las tostadas con embutido. Porque yo soy de mañanas, porque me encanta desayunar y porque así me queda todo el día por delante para aprovecharlo. Me rodée de la gente que más quiero y me regocijé en la suerte de poder disfrutar del día entero, siempre, para mí, sin clases, ni estudios, ni exámenes; y cuando trabajé , me di vacaciones.
Confieso que no soy muy de fiestas. Creo en los ciclos, los ritmos, y los rituales. Y, al coincidir mi cumpleaños con esta época del año, hago mucho trabajo interior. En mi otra vida dedicaba mucho tiempo a pensar: en el año que dejaba atrás y en lo que prometía el siguiente. Salía a caminar (caminar ayuda a pensar) y con pequeños gestos: una música especial, una ropa elegida con esmero, una lectura emotiva, intentaba reflejar mis nuevos propósitos. Con tres niños pequeños ese tiempo de introspección es ahora complicado de encontrar, pero sigue siendo necesario. Me gusta pensar en quién soy, y en hacia dónde encaminar mis pasos. Ser consciente de mis carencias, de mis anhelos, de mis ideales, me ayuda a sentirme más dueña de mi destino y así intentar llenar mis vacíos. Esta vez, mi año empieza aquí, vertiendo mis pensamientos frente al teclado, porque escribir también ayuda a pensar.
Me gusta creer que todo en la vida sigue una cadencia y así la vida nos regala nuevas oportunidades, año tras año. Y entiendo que estamos aquí para crecer, para evolucionar. Porque, al final, pase lo que pase, después de la noche siempre, siempre, el sol vuelve a salir.
Nos vemos el año que viene. Gracias por estar. Y a por el 2015.
Confieso que no soy muy de fiestas. Creo en los ciclos, los ritmos, y los rituales. Y, al coincidir mi cumpleaños con esta época del año, hago mucho trabajo interior. En mi otra vida dedicaba mucho tiempo a pensar: en el año que dejaba atrás y en lo que prometía el siguiente. Salía a caminar (caminar ayuda a pensar) y con pequeños gestos: una música especial, una ropa elegida con esmero, una lectura emotiva, intentaba reflejar mis nuevos propósitos. Con tres niños pequeños ese tiempo de introspección es ahora complicado de encontrar, pero sigue siendo necesario. Me gusta pensar en quién soy, y en hacia dónde encaminar mis pasos. Ser consciente de mis carencias, de mis anhelos, de mis ideales, me ayuda a sentirme más dueña de mi destino y así intentar llenar mis vacíos. Esta vez, mi año empieza aquí, vertiendo mis pensamientos frente al teclado, porque escribir también ayuda a pensar.
Me gusta creer que todo en la vida sigue una cadencia y así la vida nos regala nuevas oportunidades, año tras año. Y entiendo que estamos aquí para crecer, para evolucionar. Porque, al final, pase lo que pase, después de la noche siempre, siempre, el sol vuelve a salir.
Nos vemos el año que viene. Gracias por estar. Y a por el 2015.
Echo de menos mis brunchs pre niños 😊😊 La próxima vez que nos veamos en Madrid hacemos uno 😘😘
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