
Era la hora de la siesta. La
madre de Ana leía en uno de los bancos del patio, a la sombra. Sólo se oía el
canto de los pájaros: verderones, jilgueros y algún mirlo. Desde la garita
Felipe, el portero, dormitaba mientras la radio retransmitía el Tour de
Francia.
Aquella tarde jugaban en corro,
serían unos seis niños. Ana tenía casi cuatro años, Carolina tendría 10. Ana era
más pequeña, apenas conocía a nadie y
era muy tímida. Carolina era mayor, mandona y mucho más osada.
El juego es el lenguaje de los
niños. A ellos no les hacen falta reglas, ni manual de instrucciones, ni
siquiera turnos. Pueden hablar idiomas distintos y aún así entenderse jugando. Por
eso la madre de Ana apenas les prestaba atención y, enfrascada en su libro,
sólo miraba de vez en cuando distraída. Fueron las voces de Ricard las que la
hicieron reparar en lo que estaba ocurriendo.
Carolina había decidido que eran
demasiados y había apartado a Ana del corro. Ricard protestaba y Ana, sentada en el suelo, miraba con cara de
no entender nada. Carolina le sujetaba los brazos para que no pudiera levantarse
y unirse al grupo.
El enfado es una reacción normal
en todos los seres humanos. Pero la indignación y el dolor que siente una madre al ver a su hijo
amenazado no es comparable a nada. Hay veces en las que ponerse como una leona está
justificado.
La madre de Ana supo controlar su
enfado, pero no pudo evitar reaccionar ante la injusticia y la ofensa de la
mejor manera que supo: invitó a todos los niños a un helado.
A todos excepto a Carolina.
A la vuelta, y con todo el cariño
del mundo sólo le dijo: A nadie le gusta que le rechacen y le aparten, ¿verdad?
El tiempo pasó y a aquella tarde de juegos le siguieron otras muchas. Y Ana creció, sacó las mejores
notas en el colegio y en la universidad, viajó, aprendió idiomas, comió muchos
más helados e hizo muchos, muchos amigos allá donde fue. Y no volvió a recordar
aquella tarde.
Carolina nunca la olvidó.
Ayyyy, no sé que decir!!! Muak!!!
ResponderEliminarPues dime si te ha gustado!!!!!!
Eliminarº_º
Beso!
(es la segunda vez que pongo este comentario, se me ah borrado!) Pues claro que me ha gustado, haces que nos metamos en la historia. Y el final, como siempre, dicho mal y pronto: cojonudo.
EliminarPues me encantan las cosas dichas mal y pronto!!!!
Eliminar^_^
Gracias!!! Muac!!!
Que inteligente la madre de Ana y muy buena lección para Carolina. Hay que ayudar a las muchas Anas que nos encontramos en el camino, creo que en algún momento todas hemos sido un poco Ana.
ResponderEliminarEnhorabuena por tu relato !!
Gracias Rosana!
EliminarComo siempre es un placer tenerte por aquí!