Déjà vu

Cuando Todd S. se bajó del taxi en una de esas pequeñas callejuelas  de detrás del Retiro, tuvo la extraña sensación de haber estado allí antes. Durante unos minutos contempló los edificios que le rodeaban, la pequeña placita que tenía a su izquierda y el kiosko situado a su derecha. Hasta el ruído - el habitual, el del tráfico y las prisas de una mañana madrileña cualquiera, le resultaban incomodamente  familiares. Apuró el pasó. Llamó al timbre; y agarrando con una mano el portón, con la otra cogió su mochila y dando un portazo quiso dejar atrás aquella extraña sensación.

Todd S. era, además de fotógrafo, un tipo original. Cuando en 2003 fotografió por primera vez al escritor Tom Wolfe se dio cuenta de que un retrato no era más que la máscara de un personaje.  Que la historia real se quedaba atrás, en su casa, hilvanada en sus cosas, colgada de sus cuadros, escrita en los libros que asomaban en su librería.

Así fue como empezó a fotografiar casas. Primero fueron las de sus amigos. Se presentaba casi sin avisar. Quería atrapar la vida que hay detrás del personaje; su historia; quién es.  Y por eso retrataba los detalles imprevistos: el calcetín accidental tirado al lado de la cama; la cafetera a medias en la cocina, la copa manchada en el salón... Fotografió sus cocinas, se metió en sus duchas, abrió sus armarios. 

Y aquello gustó. Mucho. Y poco a poco se hizo un nombre. Y esa pasó a ser no sólo su forma de ver, sino también su forma de vivir. 

Llevaba más de 300 casas cuando llegó a España. Casas de personas diferentes, en calles diferentes , en  ciudades diferentes. Llevaba medio mundo escondido en su mochila cuando llegó por primera vez a Madrid y por eso aquella familiaridad le resultó tan inquietante. 

Achacó el déjà vu al cansancio. De Nueva York a Tokio y de allí a París, para volver a casa pasando por Madrid. Y esto en tan sólo dos semanas y a razón de casi 900 fotos al día. Pensó también que quizás se debía a que su vida había entrado en espiral y su cerebro estaba jugando a despistarle.

No supo qué fue pero aquella desconcertante impresión le acompañó a lo largo de toda aquella sesión en la que cosió a golpe de fotos la vida de aquel artista madrileño. Y no consiguió deshacerse de ella, ni siquiera al salir de allí, cuando dejó atrás aquel edificio noble en aquella callejuela castiza de Madrid.



4 comentarios:

  1. Magnifica entrada, como todas.
    Yo que tu me plantearía escribir con continuidad, incluso narraciones largas.
    Un beso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Será que me lees con buenos ojos y mucho cariño...
      Intentaré seguir tus consejos, siempre son acertadísimos!
      Besos

      Eliminar
  2. .... no me importaría ser Todd... De vez en cuando ;-)

    ResponderEliminar
  3. Me he quedado atrapada en tu historia. Escribes muy bien!
    Besos

    ResponderEliminar